Tras largo tiempo de inactividad forzada en lo que al mundo bloguero se refiere, la falta de noticias que se produce durante el verano y el hecho de que los periódicos tengan suplementos estivales llenos de tonterías para compensar ese vacío me han forzado a volver al blog. En concreto a esta sección que con tanto cariño estoy intentando sacar adelante. Así que no sé si agradecer al diario Público que me sacara de mi letargo o, directamente, cagarme en los muertos de todo el que ha tenido algo que ver en la publicación del artículo-entrevista o lo que sea sobre Lucía Etxebarría, por haberme traido a semejante personaje a la memoria.
Antes de seguir quisiera aclarar que lo del cariño (y dedicación) con que se hace esta sección es cierto y verdad. Me gustaría explicar que todo vino a raíz de la contestación que daba mi profesora de Lengua de primero de BUP (un hueso) cuando algún alumno intentaba escabullirse con algo a lo que entonces se recurría mucho pero que nunca funcionaba: "...tcht, si yo lo sé, es que no lo sé explicar...". La respuesta era inmendiata, aunque recitada con mucha lentitud: "Por favor, que nadie me vuelva a decir esa tontería. Si no se sabe explicar es que no se sabe, y si se sabe, se ha de saber explicar". Quedó tan grabado en mí en aquel comentario (por la cantidad de veces que tuve que escucharlo a lo largo del curso), que me propuse como reto literario (ya ven, otros van por el Nobel) intentar explicar el sentimiento de ridiculez que nos producen muchos personajes públicos, en teoría serios. Cosas de pasar tanto tiempo en bares sin música, comiendo, bebiendo y charlando. Pero creánme, que a día de hoy, no es fácil dejar patente con palabras toda la ridiculez que observo en los personajes que estamos seleccionando. Y no es por culpa de mis torpes dotes literarias, que ciertamente son torpes si es que existen. Lo que pasa es que lo que queremos describir es mucho. Demasiado. Si al leer esto piensan: "Coño, ¿qué no es fácil explicar la ridiculez de la Lucia Etxebarria?. Pues intenta hacerla pasar por una persona interesante y sensata, que vas a flipar....", o algo parecido, la verdad es que no les falta razón. Pero el caso es que si bien es muy fácil representar ALGO de la ridiculez de los personajes que estamos escogiendo, el reto es expresarlo TODO. Y sinceramente, no tengo esperanza de conseguirlo. Tendré que bajar el listón e ir a por piezas más sencillas, porque lo escogido hasta ahora son retos excesivamente altos.
Pero esto ya lo hemos empezado, así que habrá que intentar acabarlo. El maldito artículo que me devolvió a esta señor a la memoria está aquí. Es alucinante, leánlo que es mucho más corto que este post. No lo voy a comentar, está ya dicho todo en los comentarios a la noticia. Ojú, otra vez he llegado tarde. El hecho de que me haya fastidiado, perdón, jodido, tanto es que el último artículo que leí de quien nos ocupa hace ya mucho tiempo me dio verdaderos problemas para conseguir olvidarlo. Y ya lo había conseguido, cuando ¡ZAS!, la putas vacaciones de los políticos y los periodistas me han pegado con la Etxebarría en toda la cara. Elogio de la lectura se atrevía a titular nuestra ridícula personaja el artículo del que les hablo, que leí hace un par de años o así en un dominical, que me jodió el domingo, y que, por suerte, está publicado en su blog. Si lo quieren leer aquí se ahorran buscarlo, y si no, ya les digo viene a hacer un elogio de la lectura porque gracias a que su padre tenía muchos libros que ella leía; decidió después de probar todas las drogas muchas veces no tomar ninguna más y no engancharse. Ea. Leyendo el artículo, uno tiene la sensación, de que o bien esta señora no se ha tomado nada en su vida; o que lo tomó una vez para poder contarlo y presumir. O que lo dejó demasiado tarde y el daño ya estaba hecho. Además, los libros de su padre la salvaron de ser la "la eterna acompañante mona del roquero de turno". Para eso, yo tenía entendido que había que ser tonta y estar muy buena. Una de las dos condiciones no la cumple. Pero en fin, que lo que a uno le termina de indignar es que encima se atreve a decir que se había dado cuenta de que prefirió leer porque "me aburría sobremanera estar en un bar puesta hasta las cejas y jugando al futbolín". Por ahí no paso. No tolero que se mienta de manera tan descarada ni que se digan gilipolleces de tal calibre. Nadie, repito, nadie entre 0 y 99 años que realmente haya pasado una noche entera (puesto, borracho, sobrio o en cualquier estado) jugando al futbolín con sus amigos puede decir que le aburre o que hay algo mejor que hacer, porque no lo hay. Ni el sexo. Tú no has jugado al futbolín en un bar en tu puta vida. Aparte de eso, en el artículo dice otro montón de tonterías que no pienso seguir comentando.
Así, que, por si no les he convencido, por aquí les dejo unas historias curiosas sobre sus plagios (los aquí referidos no eran ni los primeros ni los últimos).
Y por supuesto, lo mejor para el final. No tiene precio. Atentos a sus aventuras con la edición de su entrada en la Wikipedia.
Antes de seguir quisiera aclarar que lo del cariño (y dedicación) con que se hace esta sección es cierto y verdad. Me gustaría explicar que todo vino a raíz de la contestación que daba mi profesora de Lengua de primero de BUP (un hueso) cuando algún alumno intentaba escabullirse con algo a lo que entonces se recurría mucho pero que nunca funcionaba: "...tcht, si yo lo sé, es que no lo sé explicar...". La respuesta era inmendiata, aunque recitada con mucha lentitud: "Por favor, que nadie me vuelva a decir esa tontería. Si no se sabe explicar es que no se sabe, y si se sabe, se ha de saber explicar". Quedó tan grabado en mí en aquel comentario (por la cantidad de veces que tuve que escucharlo a lo largo del curso), que me propuse como reto literario (ya ven, otros van por el Nobel) intentar explicar el sentimiento de ridiculez que nos producen muchos personajes públicos, en teoría serios. Cosas de pasar tanto tiempo en bares sin música, comiendo, bebiendo y charlando. Pero creánme, que a día de hoy, no es fácil dejar patente con palabras toda la ridiculez que observo en los personajes que estamos seleccionando. Y no es por culpa de mis torpes dotes literarias, que ciertamente son torpes si es que existen. Lo que pasa es que lo que queremos describir es mucho. Demasiado. Si al leer esto piensan: "Coño, ¿qué no es fácil explicar la ridiculez de la Lucia Etxebarria?. Pues intenta hacerla pasar por una persona interesante y sensata, que vas a flipar....", o algo parecido, la verdad es que no les falta razón. Pero el caso es que si bien es muy fácil representar ALGO de la ridiculez de los personajes que estamos escogiendo, el reto es expresarlo TODO. Y sinceramente, no tengo esperanza de conseguirlo. Tendré que bajar el listón e ir a por piezas más sencillas, porque lo escogido hasta ahora son retos excesivamente altos.
Pero esto ya lo hemos empezado, así que habrá que intentar acabarlo. El maldito artículo que me devolvió a esta señor a la memoria está aquí. Es alucinante, leánlo que es mucho más corto que este post. No lo voy a comentar, está ya dicho todo en los comentarios a la noticia. Ojú, otra vez he llegado tarde. El hecho de que me haya fastidiado, perdón, jodido, tanto es que el último artículo que leí de quien nos ocupa hace ya mucho tiempo me dio verdaderos problemas para conseguir olvidarlo. Y ya lo había conseguido, cuando ¡ZAS!, la putas vacaciones de los políticos y los periodistas me han pegado con la Etxebarría en toda la cara. Elogio de la lectura se atrevía a titular nuestra ridícula personaja el artículo del que les hablo, que leí hace un par de años o así en un dominical, que me jodió el domingo, y que, por suerte, está publicado en su blog. Si lo quieren leer aquí se ahorran buscarlo, y si no, ya les digo viene a hacer un elogio de la lectura porque gracias a que su padre tenía muchos libros que ella leía; decidió después de probar todas las drogas muchas veces no tomar ninguna más y no engancharse. Ea. Leyendo el artículo, uno tiene la sensación, de que o bien esta señora no se ha tomado nada en su vida; o que lo tomó una vez para poder contarlo y presumir. O que lo dejó demasiado tarde y el daño ya estaba hecho. Además, los libros de su padre la salvaron de ser la "la eterna acompañante mona del roquero de turno". Para eso, yo tenía entendido que había que ser tonta y estar muy buena. Una de las dos condiciones no la cumple. Pero en fin, que lo que a uno le termina de indignar es que encima se atreve a decir que se había dado cuenta de que prefirió leer porque "me aburría sobremanera estar en un bar puesta hasta las cejas y jugando al futbolín". Por ahí no paso. No tolero que se mienta de manera tan descarada ni que se digan gilipolleces de tal calibre. Nadie, repito, nadie entre 0 y 99 años que realmente haya pasado una noche entera (puesto, borracho, sobrio o en cualquier estado) jugando al futbolín con sus amigos puede decir que le aburre o que hay algo mejor que hacer, porque no lo hay. Ni el sexo. Tú no has jugado al futbolín en un bar en tu puta vida. Aparte de eso, en el artículo dice otro montón de tonterías que no pienso seguir comentando.
Así, que, por si no les he convencido, por aquí les dejo unas historias curiosas sobre sus plagios (los aquí referidos no eran ni los primeros ni los últimos).
Y por supuesto, lo mejor para el final. No tiene precio. Atentos a sus aventuras con la edición de su entrada en la Wikipedia.
En fin, si siguen los enlaces referidos creo que esta vez hemos conseguido acercarnos bastante a la descripción que pretendíamos al principio, porque aunque yo no lo sepa explicar, hay otros que sí. Y lo importante es tener la dirección del sitio web del que sabe. Pero para enlazarlo, Etxebarría, no para escribir un libro.
2 comentarios:
Es curioso.
Heredé el Oceans of Fantasy de Boney M. de mis padres. Entre los dos juntaron una colección de discos bastante maja, desde 1961 hasta 1979... Tenían Bubblegum, Folk, Soul, Garage, Psicodelia y algo de Disco... Desde luego, Nada de Miles Davis ni de Génesis. El progresivo les aburría soberanamente y no les gusta el jazz ni en pintura (porque no son gente culta, supongo).
Hace unos cuantos años me regalaron "Ya no sufro por amor" de Lucía Echeverría. Cuando mi madre lo vió, se rió de mi y me dijo que aquello era, literalmente, una horterada.
Que cosas.
La verdad es que es curiosa la coincidencia.
En fin, en cualquier caso, yo los únicos discos que heredé de mis padres (con los que voy a tener un trato bastante más elegante que el que tiene esta chica con los suyos y no los voy a culpar de mi estupidez y gilipollez) fueron un par de ellos de Triana (vinilos extraviados en una mudanza, cagontó). Precisamente progresivo. Pero al menos no me he ganado enemigos tan malos como para que me regalen "Ya no sufro por amor". Y si me lo regalan, haré todo lo posible por hacer lo que hacían los adolescentes con la revistas subidas de tono, evitar que mis padres sepan que lo tengo y me ahorro el pasar la vergüenza. Y envidia que me da esa colección de vinilos de la época que Vd. ha heredado, por cierto.
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