Hace mucho tiempo que estaba tentado por la, por otra parte, nada original idea, de ir detallando a mis personajes ridículos "favoritos". El caso, es que he conseguido mantener esta idea lejos de mí, ya que reunir en un mismo espacio, aunque sea virtual, a tantos personajes con semejante cantidad de ridiculez acumulada puede ser peligroso, tanto o más que las pruebas del gran colisionador de hadrones.
No se si habrá condensador de fluzo que lo resista, pero al final he decidido comenzar mi serie. Entiéndame, llevo casi dos años luchando contra esta tentación, y ahora, por si fuera poco, llevo casi tres semanas sin fumar. Luchar contra estos dos venenos era demasiado para una sola mente, y al final he tenido que ceder en algo. Ruego comprensión.
El caso, que para inaugurar la gran galería de personajes ridículos, hemos escogido a alguien que realmente merece tal honor, D. Enrique Bunbury. Podríamos pasar horas riéndonos y comentando muchas de las grandes hazañas y reflexiones del personaje, pero es que ahora, encima de todo su enriquebunburismo (que se dice pronto, pero es mucho lo que conlleva) lo han cogido copiando. Perdón, inspirándose en otros. Lo más gracioso es que había por ahí alguien a quien le extrañaba que semejante personaje se hubiera podido "inspirar" en dos poetas distintos, con lo que en una rápida investigación ha descubierto que los poemas (dos) de distintos poetas en los que se "inspira" se encuentran publicados en un mismo libro, una antología de poetas "raros". Así sí. Nadie podía pensar que alguien con la capacidad creativa de Bunbury necesitara leerse dos libros para hacer un disco. Sabíamos que su talento es tal, que se basta con un solo libro para hacer una canción, un disco, una ópera o lo que haga falta. Cuando uno es un genio, es un genio y punto. ¿Para que desperdiciar tiempo y esfuerzo? Sólo de imaginar la carita que tuvo que poner (teniendo en cuenta que la que ya tiene de por sí no invita a mantener la seriedad en el rostro del observador) en esta entrevista cuando le hacen referencia al tema, le entra a uno la risa floja.
Uno de los más claros exponentes de lo que es un ejemplo a evitar, sobre todo si uno tiene la pretensión de que se lo tomen en serio, o simplemente, si se es de los que se preocupan por el qué dirán (en realidad, por el "de qué reirán").
No se si habrá condensador de fluzo que lo resista, pero al final he decidido comenzar mi serie. Entiéndame, llevo casi dos años luchando contra esta tentación, y ahora, por si fuera poco, llevo casi tres semanas sin fumar. Luchar contra estos dos venenos era demasiado para una sola mente, y al final he tenido que ceder en algo. Ruego comprensión.
El caso, que para inaugurar la gran galería de personajes ridículos, hemos escogido a alguien que realmente merece tal honor, D. Enrique Bunbury. Podríamos pasar horas riéndonos y comentando muchas de las grandes hazañas y reflexiones del personaje, pero es que ahora, encima de todo su enriquebunburismo (que se dice pronto, pero es mucho lo que conlleva) lo han cogido copiando. Perdón, inspirándose en otros. Lo más gracioso es que había por ahí alguien a quien le extrañaba que semejante personaje se hubiera podido "inspirar" en dos poetas distintos, con lo que en una rápida investigación ha descubierto que los poemas (dos) de distintos poetas en los que se "inspira" se encuentran publicados en un mismo libro, una antología de poetas "raros". Así sí. Nadie podía pensar que alguien con la capacidad creativa de Bunbury necesitara leerse dos libros para hacer un disco. Sabíamos que su talento es tal, que se basta con un solo libro para hacer una canción, un disco, una ópera o lo que haga falta. Cuando uno es un genio, es un genio y punto. ¿Para que desperdiciar tiempo y esfuerzo? Sólo de imaginar la carita que tuvo que poner (teniendo en cuenta que la que ya tiene de por sí no invita a mantener la seriedad en el rostro del observador) en esta entrevista cuando le hacen referencia al tema, le entra a uno la risa floja.
Uno de los más claros exponentes de lo que es un ejemplo a evitar, sobre todo si uno tiene la pretensión de que se lo tomen en serio, o simplemente, si se es de los que se preocupan por el qué dirán (en realidad, por el "de qué reirán").
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